domingo, 22 de abril de 2007

Alfredo Di Bernardo: Los docentes y el Zeppelin Plateado

Una de las canciones de Chico Buarque que más me gusta es "Geni y el zeppelin". Se trata de una especie de "fábula sociológica", en la que se cuenta la historia de Geni, una joven de costumbres licenciosas que, por tal razón, es sistemáticamente despreciada por el resto de sus conciudadanos. Un día asoma en el horizonte un enorme zeppelin plateado y se instala amenazante con sus cañones en el cielo de la ciudad, horrorizando a sus habitantes. Su comandante, al ver a Geni, queda prendado de su belleza e impone una condición para no destruir la ciudad: pasar la noche con ella. Todo el mundo, claro, implora a Geni que acepte. A ella le disgustan estos personajes poderosos, pero son tantos y tan sentidos los pedidos, que finalmente accede. A la mañana siguiente, el comandante, saciado, se aleja con su zeppelin y los pobladores respiran aliviados. Y como el peligro ya ha desaparecido, en vez de agradecer a Geni que los haya salvado, vuelven a mostrar hacia ella el mismo desprecio que le han enrostrado siempre. Fin.
Me acordé de esta canción durante estos días de la Santa Fe inundada, al pensar en los docentes. Ellos, que hasta hace diez días, eran considerados por muchos como los malos de la película, los rebeldes sin causa, los aviesos protagonistas de reclamos desproporcionados, integran en buena parte el grupo de personas que, con su esfuerzo solidario, han evitado que el desastre social ocasionado por el diluvio sea aún peor. Como en el 2003, han cubierto con su compromiso personal los errores y omisiones de quienes, desde los ámbitos oficiales específicos, deberían haber previsto un sistema de defensa civil que realmente funcionara. No es descabellado, incluso, pensar que varios de los padres que, diez días atrás, llamaban indignados a las radios despotricando contra ellos, se hayan visto beneficiados directamente en la emergencia por su accionar.
Nadie que se precie de ser justo o razonable osaría ahora cuestionar la actitud y aptitud de los docentes. Esta semana, aun con diferencias, con mayor o menor eficacia, con mayor o menor entrega, los docentes, los padres y las autoridades tiraron todos del mismo carro, teniendo en vistas un objetivo común y urgente. Al parecer, en la sociedad santafesina algunas cosas paradójicamente funcionan sólo cuando la ciudad se inunda.

Me pregunto qué pasará cuando el zeppelin plateado se haya ido.

Alfredo Di Bernardo

alfdibernardo@ciudad.com.ar

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