domingo, 30 de marzo de 2008

JUSTICIA PARA EL HOMICIDIO DE ARNULFO ROMERO


Por Magdalena Flores

SAN SALVADOR –
Luchó y defendió hasta el último día de su vida a los más pobres y necesitados de este país centroamericano, apeló y abogó a la conciencia de los más poderosos para cesar las injusticias. Sin embargo, su plegarias y suplicas fueron el principal motivo por el cual el día 24 de marzo de 1980 fue cobardemente asesinado de un disparó en el corazón por miembros de los escuadrones de la muerte, cuando oficiaba una misa en la capilla del hospitalito la Divina Providencia.

Los escuadrones de la muerte operaron durante la guerra civil en El Salvador (1980-1992), aunque en la actualidad estos grupos de exterminio aún siguen con sus operaciones.

Monseñor Romero, la voz de los que no tenían voz en aquel tiempo, fue “un hombre del pueblo”, manifestó su hermano menor, Gaspar Romero. Al mismo tiempo señaló que fue quitado al pueblo cobardemente cuando lo asesinaron.

La Revista Digital ContraPunto para conocer un poco más sobre Monseñor Romero, entrevistó a Don Gaspar, quien habla de la convivencia entre ambos, experiencia y vida de su hermano, su muerte, entre otras cosas.

¿Cómo era Moseñor Romero?

Era muy raro, introvertido a él sólo le gustaba las cosas serias, le gustaba leer y jugar de sacerdote. Él iba a la Iglesia todos los días en la mañana a ayudarle al padre y cuando salía de la escuela, se iba a la Iglesia con otros cipotes (niños) a limpiar o hacer cualquier cosa.

Don Gaspar, ¿Cómo fue que su hermano ingresó al seminario?

Un día el obispo de San Miguel, Monseñor Dueñas y Argumedo llegó a Ciudad Barrios y el alcalde le dijo: mire, aquí hay un cipote que tiene vocación, se lo voy a presentar. Y lo mandaron a llamar. Luego, el obispo le dijo a mi papá que querían llevárselo al seminario, pero mi papá le dijo que por razones económicas no se podía y que por eso mejor él (Romero) iba a quedarse allá (Ciudad Barrios) a aprender un oficio como se hacía en ese tiempo. Pero después el obispo le dijo a mi padre que como había descubierto la vocación en Romero el seminario le iba a pagar la beca, y así se lo llevaron al seminario.

Tengo entendido que antes de ingresar al seminario estaba aprendiendo carpintería

Sí, antes de eso (ingresar al seminario) él se metió a un taller de carpintería a aprender de carpintero, tanto que todavía hay unos muebles que hizo, incluso en Ciudad Barrios habían algunas personas que lo relacionaban con Jesús que nació en una cuna pobre, carpintero, sufriente y que murió por defender la fe.

¿Cómo era Monseñor Romero en su carrera religiosa?

El era un hombre muy adelantado, muy fuera de serie, él era demasiado inteligente, tanto que estuvo en el seminario de San Miguel poco tiempo porque descubrieron esa lumbrera y lo mandaron al seminario de San Salvador. Estando aquí (San Salvador) sucedió lo mismo. También debido a su inteligencia lo mandaron para Roma, a estudiar en el Colegio Pío Latinoamericano, allá fue donde se ordenó sacerdote.

Junto a él fueron el padre Yánez y el padre Valladares. Este padre Valladares fue arzobispo auxiliar, ya murió, y está enterrado en la cripta -de la catedral metropolitana-, eran muy grandes amigos, cuando vinieron después de haberse ordenado sacerdotes, para ese entonces estaba la Segunda Guerra Mundial.

Dicen que durante su retorno fueron apresados en Cuba

Sí, ya habían salido en el barco cuando los detuvieron en Cuba ahí estuvieron un tiempo retenidos. Ahí sufrieron mucho. Él me contaba que sólo les daban ayote cocido, cuando había, tanto que Monseñor Valladares a raíz de eso se enfermo. Bueno, luego de Cuba llegaron a México, de México ya salieron para San Salvador. Yo vivía en Ciudad Barrios, casi siempre iba a preguntar a San Miguel si ya había venido y Monseñor Machado siempre me decía no sabemos nada.

De repente me llamó y me dijo ya estaba en San Salvador y que iban a llegar a San Miguel, entonces yo me fui de Ciudad Barrios a San Miguel, llegué y me dijo aquí está tu hermano, cuando lo vi no nos conocíamos después de tantos años. Él me dijo nos vamos a ir mañana para Ciudad Barrios, casi todo el pueblo lo estaba esperando con una fiesta como pocas, con cohetes y una banda.

En cuanto a su relación con su hermano, ¿Cómo era?

Con Romero además de hermanos éramos amigos, era un amigo de mucha confianza porque platicábamos de muchas cosas, de las noticias del día y a medida que se iba avanzando el tiempo íbamos platicando de cosas más serias, ya cuando se iba acercando su muerte ya eran pláticas que erizaban la piel.

¿Qué tan ciertas son las afirmaciones que señalan que Monseñor Romero cambió después de la muerte de Rutilio Grande?

Mire, hubo cambios pero no como lo pintan, porque él era un hombre humilde con mucha inteligencia y lo solicitaban mucho. Romero cambió desde que lo mandaron como obispo a Santiago de María, -en el departamento oriental de Usulután-, ahí fue donde cambió.
Recuerdo una vez que íbamos por el parque en la noche y vimos a un monton de gente durmiendo en el suelo y él me pregunto que hacían ahí y yo le dije que estaban durmiendo porque a las cuatro de la mañana tenía que irse a la finca a cortar café. Y así duermen a la intemperie y quien les da comida, nadie le dije yo, me dijo “¡qué barbaridad!”

Entonces, un salón del Episcopado de Santiago lo desocupamos y me dijo aquí que vengan a dormir y me mandó a llamarlos. Recuerdo que les dijo aquí van a venir a dormir mientras estén cortando, el conseguía con alguna señora de Santiago que les preparan café o leche o lo que podían y cuando esta gente venía de cortar él les tenía algo preparado.

Además siempre que iba a los cantones él siempre llevaba algo, frijoles o arroz. Y después que lo trasladaron para acá (San Salvador) me dijo que el tiempo más feliz que había pasado era en Santiago de María junto con los pobres.

Dicen que el presidente Arturo Molina (1972-1977) tenía una buena relación con Romero, y que él fue el primero que le aviso sobre la muerte de Grande

Si, eran muy amigos con el presidente Molina y él le dijo mire Monseñor estamos muy apenados con eso que ha pasado –asesinato de Grande-, pero le doy mi palabra de hombre y de presidente que voy a llegar a las últimas consecuencias para averiguar eso, para publicar y castigar,… bueno hasta ahora nunca se hizo eso. Romero le habló y le acordó de su promesa a Molina pero nunca recibió respuesta, eso sí le molestó a él y me dijo “están jugando conmigo” porque no le cumplieron la promesa.

Después del homicidio de Grande la situación en el país comenzó a ponerse más difícil…

Claro, ya habían manifestaciones aquí en San Salvador, se tomaban la Catedral y Romero siempre andaba interviniendo y se dio el caso de mucha gente que venía huyendo de los cantones y se iban a refugiar al seminario. Él me decía no los puedo sacar porque vienen huyendo porque allá hay peligro de muerte, todo eso llevó a la gente del otro bando a decir que estaba a favor de la guerrilla.

Romero era muy sensible a los sufrimientos de los oprimidos y eso lo exteriorizaba, tanto así que llegó el momento que comenzaron a llegarle anónimos.

¿Qué clase de anónimos?

Me acuerdo de un anónimo que me llegó cuando ya casi iban a terminar con su vida que me decía con palabras soeces dígale a su hermano que no pasa de está noche, y si usted lo quiere dígale que se cuide. Entonces yo fui donde él y le dije mira me ha llegado este anónimo y me dijo, “aaah no bota eso”, no le dije yo es que mira este es más serio y lo que me preocupa es que te va a pasar algo y yo no sé que voy a hacer. Entonces él me dijo mira no me está pasando nada, no te preocupes, si me llega a pasar algo tú vas a hacer el primero de la familia que lo va a saber, le cuento esto porque fue profético yo estaba trabajando a esa hora cuando mi jefe me habló y me dijo: “a su hermano lo acaban de herir vaya a verlo a la policlínica”, no me dijeron que lo habían asesinado, pues cuando yo llegué estaba muerto, pero si estuve todo ese tiempo con él. El entierro fue un desparpajo, una masacre.

¿Qué sintió cuando se dio cuenta que su hermano ya estaba muero?

Bueno, en primer lugar yo ya me lo imaginaba por lo que se decía y el montón de anónimos, porque eran un montón, y por las constantes llamadas telefónicas, yo me decía en cualquier momento va morir…pero llegado el momento que murió tuve dos sentimientos. Primero el familiar, la muerte de un hermano inocente y yo le podría decir sin temor a equivocarme, un hombre inocente y santo, porque ese hombre era como un santo…Y lo habían matado cobardemente.

El otro sentimiento como salvadoreño, dije yo: “han matado a un hombre que podía servirle mucho al país”.

¿Qué piensa sobre la posición del Estado salvadoreño que no quiere aceptar la condena emitida por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en la cual determina la culpabilidad del Estado en el homicidio de su hermano?

Mire, yo pienso que esto va quedar así, impune, por lo que he visto y he escuchado.

Como familiar de Monseñor Romero, ¿qué es lo que más anhela entorno a su caso?

Lo que yo pido es lo que todo salvadoreño honrado pide, justicia y como él mismo decía “pronta justicia”, que no vaya a ser justicia de aquí a unos 100 años, pero no venganza, por supuesto. Yo digo que ellos ( los asesinos) pidan perdón al pueblo porque han herido al pueblo porque Romero era un hombre del pueblo y se lo quitaron, entonces deberían pedirle perdón al pueblo y que digan “si nosotros fuimos”. Yo no pediría nada en contra de ellos que los echen presos, que los fusilen, no, perdonarlos, pero sí que quede en la historia que ellos fueron…Ojalá vea esa disculpa que el Estado le debe al pueblo.

Enviado para compartir por Rubén Vedovaldi

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