lunes, 31 de marzo de 2008

Rolando Revagliatti: Mentando a Julio


Julio Huasi

Yo andaría en mis 18 años cuando asistí a un espectáculo poético cuyo único intérprete era el poeta Julio Huasi, porteño, nacido en 1935 y suicidado en 1988. Hasta donde me consta, algunos de sus poemarios editados entre 1959 y 1985, son: “Sonata popular en Buenos Aires”, “Yanquería”, “Los increíbles”, “Sangral América”, “Asesinaciones”, “Matria mía azul”, “Comparancias”. Y es en 1958 cuando obtiene el premio de poesía en el Concurso Literario organizado por el Consejo Argentino de la Paz, cuyo jurado integraban Atilio Dabini, el premio Nobel Miguel Ángel Asturias, María Rosa Oliver, Bernardo Verbitzky y Raúl González Tuñón, del cual transcribo unas líneas: “...intención crítica, ironía, tras la aparente balandronada juvenil. Es posible que algunas palabras vulgaricen la frase poética, rocen el mal gusto (...) Esto no supone que no sean lógicas cuando ambiente y forma las justifique, les asigne un valor funcional”.

En el “Nacional” de Caracas afirmaba el pope cubano Nicolás Guillén que Huasi era el único poeta a quien le cabía en plenitud la denominación, hace varios lustros, todavía prestigiosa, de juglar.

Coincido con quien asentaba que Huasi provenía de una tradición de grandes voces líricas –como Carriego, José Portogalo, Nicolás Olivari-. Y que su poética está plagada de hallazgos. Funda humanería, estrellea, tragibundo, gardelaire, contramor, etc.

Su admirador en Francia, Julio Cortázar, le escribió en noviembre del ’81: “Querido tocayo: (...) Te imaginás lo que siento al leer “Asesinaciones”, lo que puede sentir un argentino ante cada uno de esos poemas. Y digo cada uno porque es así, porque no hay ni uno sólo que salga de esa línea espantosamente lúcida (...) ¿Quiénes entenderán esto, a partir del título que ya es un salto en lo nuevo? ¿Quiénes tendrán el coraje de sacarse los pantalones del cerebro y los calzoncillos de la tradición para ver cómo lo estás metiendo en una dimensión diferente?” Y poco más de un año después desde Managua, le escribió: “Querido tocayo: (le dije a) que tu libro era para mí el más importante libro de poesía argentina de todos estos últimos años, ya que el avance que hacías en él, en el terreno de la escritura y la desescritura tenía un tal alcance (...) sin hablar de los incapaces de acercársete ni de lejos a ese nivel de poesía”.

Rolando Revagliatti
revadans@yahoo.com.ar
http://www.revagliatti.com.ar/

Texto publicado en la columna “El Elegido” de la Revista de Poesía “La Guacha” Nº 14, agosto 2001, de la ciudad de Buenos Aires, la Argentina.


2 Poemas de Julio Huasi:

hacinamiento


mi pieza es tan pequeña, tan pequeña

que el sol y yo no cabemos juntos,

para moverme unto los muros con vaselina,

si quiero darme vuelta debo salir primero,

dar vuelta afuera y volver a entrar,

si me suicido me pego un tiro en el pie

y si devoro un pan –cuando me toca-

al abrir los dientes penetra la ampolleta

con toda su luz, mastico hasta mi memoria

entre horrendas convulsiones, contuso, finado casi

expiro un humo lila, un milenario olor asado.

En realidad no necesito espejo, me veo en cualquier

ángulo,

hubo un intento de amor, no enroscábamos

por absoluta imposibilidad geométrica,

duermo parado en una cruz con hebillas,

salgo a la calle aullando a cuchilladas,

descolgando a mis vecinos, invitándolos

a una gran carnicería.





materialismo histórico


andaba tan delgado, chocaba con las gentes

y no sabían a quién pedir disculpas,

sólo veían un diario alejando su página política,

ya era un hálito, el espejo no me reflejaba,

para salir a las calles ponía en el bolsillo

un croquis de mi persona por si me desarmaba

y una bola de hierro para que el viento no me eleve.

Me fui transformando en una espina sin rostro,

ya no era un hombre, tan sólo una película aérea,

nadie como yo soñaba una reencarnación,

vulneraba la ley de gravedad, no daba sombra,

me quedaban dos neuronas y tres glóbulos rojos cada vez más

pálidos.

Un día olvidé mis precauciones mínimas,

el viento me alzó como a un átomo sin eslabones,

royó mis ropas dejando mis costillas al aire,

volé donde quiso hasta que descubrí otros congéneres

que agitaban como yo sus calaveras por el cielo frío,

nos fuimos enganchando, poco a poco ajustamos

nuestros extraños sujetos como una gran crucifixión

enhebrando los huecos torácicos cada vez más densamente

hasta que al fin oscurecimos la atmósfera.

Ahora volamos, sí, pero al contrataque,

nuestros huesos exterminadores bombardean el mundo

hasta no dejar en pie ningún rey, ninguna miseria.

Entonces bajaremos cubiertos de carne estival

a darnos besos.


Del poemario “SANGRAL AMÉRICA” del argentino Julio Huasi (Colección La Honda, Ediciones Casa de las Américas, La Habana, Cuba, 1971).

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