lunes, 29 de septiembre de 2008

Viviana Ponieman: Para no perder las alas…


Muestra en el Espacio de Arte del Museo Evita
Del grafismo del dolor a los esplendores cromáticos....(J.E. Burucúa)

Del 27 de agosto asl 26 de octubre. Entrada libre y gratuita
Museo Evita Lafinur 2988, Tel. 4807-0306; www.museoevita.org
Horario del Museo: martes a domingo de 13 a 19.00 hs.

En las 3 salas de la PB del Museo, pinturas, dibujos y textos “del puente de la memoria al carrito de los sueños”.
La mayoría inéditas en Buenos Aires

Obras de distintos tamaños y técnicas más la instalación de textos a la manera de graffitis y pintadas que llaman a reflexionar, en un lenguaje poético, acerca de la violencia pasada y presente, la subjetividad, lo público y lo privado, las palabras y el silencio.

También podrán verse las ilustraciones realizadas por la artista para el cuento Esa mujer de Rodolfo Walsh.

Del grafismo del dolor a los esplendores cromáticos....(J.E. Burucúa)

Del 27 de agosto asl 26 de octubre. Entrada libre y gratuita
Museo Evita Lafinur 2988, Tel. 4807-0306;
www.museoevita.org
Horario del Museo: martes a domingo de 13 a 19.00 hs.

VIVIANA PONIEMAN
4804 6645
http://www.viviponieman.com.ar/


Viviana Ponieman, una memoria coloreada.

Las oposiciones entre la tragedia transmitida por el dibujo, la composición abstracta, la textura, y el placer asimilable a la comedia del color (uso “comedia” en el sentido de composición, poema, obra destinada a provocar la risa de la alegría y, en última instancia, la reconciliación gozosa con las contrariedades de la vida), esas tensiones polares han sido uno de los enigmas básicos e irresueltos de los expresionismos de vanguardia, desde la época de Die Brücke o Der Blaue Reiter hasta las exploraciones del grupo Cobra y del expresionismo abstracto. Y parece lógico que las contradicciones así planteadas permanezcan tales, pues la experiencia tolerable y reveladora de cualquier choque de opuestos en el horizonte de lo sensible es quizás uno de los más importantes desiderata del arte.


La pintura de Viviana Ponieman vuelve hoy a colocarnos en ese dilema o, mejor, en ese desfiladero donde distinguimos, a un lado, el grafismo del dolor y, al otro, los esplendores cromáticos de una visión que busca, pertinaz, alguna posibilidad de deleite en las capas profundas de la experiencia humana. Sus siluetas, sus figuras, sus íconos producto del estampado o del collage -como la Evita joven de la cabellera y el cuerpo al viento o el Rodolfo Walsh de la concentración intelectual de la que nació una gran literatura de combate- son las variantes de un dibujo fluido cuyo efecto, a pesar de la libertad y de la elegancia que él despliega en el arabesco, apunta a un desgarramiento de la mirada y del alma contemplante. En las líneas se concentra la experiencia del desasosiego y de la angustia, representada e inducida por estas pinturas. La riqueza y la complejidad del campo de color, en cambio, apuntan a provocar otras emociones estéticas, más ligadas a las sensaciones placenteras de la luminosidad, de las tríadas armónicas, del blanco puro y de su descomposición irisada, elementos todos ellos que invaden los fondos para componer una extraña cartografía de la memoria donde percibimos los destellos paradójicamente risueños de los recuerdos tristes. Viviana Ponieman ha conseguido de tal suerte dar una vuelta de tuerca inesperada, inédita, a aquella dialéctica del expresionismo que fue el punto de partida de nuestra estampa crítica. Y nos ha enseñado además que, por horrorosas que sean las huellas del pasado en nuestra historia vivida, es hora tal vez de redescubrir las cosas y los momentos exultantes que todavía brillan por detrás de la amargura.

Buenos Aires, 1º de agosto de 2008

José Emilio Burucúa

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