viernes, 18 de junio de 2010

Orlando Barone: La corneta negra no se calla



¿Qué ruido es más insano en una cancha de fútbol, el que producen los bombos, las matracas, la rechifla, los pedorreos o las vuvuzelas? La anecdótica discusión sobre el batifondo que arman las cornetas sudafricanas-parte coreográfica y musical de sus hinchadas-se incluye ya en la cultura popular futbolera. En esa cultura participan los que putean a toda voz al lado del oído de uno, los que inflan condones y los lanzan al viento para que revienten en la cara de un distrado, los que ponen la radio a todo volumen en el asiento de al lado y mastican pochoclo, los que desparraman el café caliente sin mirar a quien queman, los vendedores ambulantes que cargados con una mochila de vasos de gaseosas al tope pisan los pies de los que están en la tribuna, y los que se sacan la camisa y con el cuerpo sudado y sin desodorante se pegan cada vez más al lado de uno. Pero ahora el mal de las canchas pasa por las cornetas. Las negras oriundas de Sudáfrica. Si se hojean las referencias básicas se sabrá que vuvuzela es un término zulú que presumiblemente viene de la palabra vuvu que significa hacer ruido. Suele estar hecha de plástico, y el sonido que produce es similar al barritar de un elefante o al zumbido de una abeja. Originalmente se fabricaban con estaño y ya en 1978, para el Mundial de Argentina, se popularizó esta en material plástico que resultó más barato y accesible para el público. La vuvuzela está bastante extendida en el fútbol sudafricano, donde es frecuente ver a los seguidores con bocinas personalizadas. Sin embargo, su uso a nivel internacional es bastante más controvertido. La FIFA llegó a plantear su prohibición alegando la posibilidad de que pudieran ser usadas como un arma Últimamente las cadenas de radio y televisión solicitaron al organismo mundial la prohibición de las vuvuzelas al considerarlas demasiado molestas y perjudiciales para la retransmisión de los encuentros, algo que también hicieron algunos jugadores y entrenadores Incluso, un estudio ha concluido que pueden ocasionar serios daños al aparato auditivo A modo de comparación, el motor de un avión en marcha al momento de despegar genera una intensidad de 130 decibeles y una vuvuzela alcanza 127 aunque si el soplador es corpulento y sopla como soplaba Louis Amstrong la trompeta aumenta considerablemente. Tantos remilgos auditivos no parecen coherentes con una civilización tan ruidosa que en los megaconciertos de rock o en los atascos de tránsito a bocinazos plenos seguramente multiplica el barullo de las cornetas. Tengo varias moralejas o sentencias para este cuento de alboroto. Una, que cuando el juego se hace aburrido la vuvuzela divierte. Otra, que a veces entre el desaforado relator de fútbol y la corneta , la corneta es un alivio. Y la última es que el fútbol es tan afín al ruido ,al barullo y al quilombo como el fuego a la leña.

Orlando Barone
Carta abierta leída por Orlando Barone el 15 de Junio de 2010 en Radio del Plata.
http://www.orlandobarone.blogspot.com/

1 comentario:

http:silvialoustau.blogspot.com dijo...

Siempre es un deleite escucharlo, aún mas ller, porque entonces una saboreacada palabra de estos analisis, de su fina ironia.
Gracias por publicarlo.


Un abrazo


Silvia Loustaugola.joe2